Mary es una chica muy normal, tiene un grupo de amigos razonablemente amplio, una pareja estable,... Todo parecía irle bien pero un extraño accidente hace que todo cambie. Esta decidida a superar todo lo que se le ponga por delante, pero los fantasmas del pasado no la dejaran ir tan fácilmente...
domingo, 11 de septiembre de 2011
3. Otra vez, tú. (2ª parte)
Me pegaban, me insultaban, yo aguantaba todo. Callada, levantaba la cara con orgullo. Desafiante. No intentaba defenderme, me daba igual lo que le hicieran a mi cuerpo, yo, estaba por encima de todo, de ellos, de sus golpes, de sus acusaciones, de todo. No dejo que nada me afecte. Aunque eso, a veces, no funcionaba y yo caía, caía hasta que no podía más y luego me levantaba con el doble de fuerza. Había momentos en los que deseaba poner fin a todo y muchas veces lo intenté, pero tú estabas ahí, siempre estuviste ahí. En primera línea, los golpes más fuertes eran los tuyos, los insultos más duros salían de tu boca a borbotones. Eras, sin saberlo siquiera, lo que me hacía seguir. Eras lo que nunca fallaba, mi mecanismo de defensa. La Esperanza convertida en persona. Recuerdo que, después de un día especialmente duro de clases, fui al baño y vomité, hasta que saque todo lo que llevaba dentro, eso siempre me sentaba bien, me liberaba, pero esa vez no, me preocupé porque esta vez parecía haber sido peor el remedio que la enfermedad. No te escuché entrar, de repente note una mano en mi hombro. No hice nada solo esperé el golpe. Nunca llegó. En vez de eso escuché tu voz al lado de mi oído, susurrando "You´re not alone.". Sorprendida, me giré pero tu ya no estabas allí.
A partir de ese día, aprendí a ver más allá de tu fachada de chico malo. Me di cuenta de que me comprendías, mi alma gemela, pensaba. Soñaba contigo, con mi príncipe azul, en mis sueños no me salvabas de ninguna bruja, solo me ayudabas a salir de los problemas, me guiabas. Nada cambió, tú menos. Pero a mi, me gusta pensar que lo hacías para que yo fuera más fuerte. A veces creo que si no hubieras tenido ese gesto conmigo, yo habría tirado la toalla antes de tiempo. Aún así, tú, mi querido principito, te fuiste, de repente, sin dar explicaciones, en silencio y con la cabeza bien alta. Saliste por la puerta grande y volviste como un héroe de película barata para salvarme de mi infierno personal.
Años después, tu imagen seguía atormentándome en mis pesadillas. Siempre que podía volvía a aquel baño en el segundo piso, en el mismo aseo, de rodillas, apoyaba la cabeza en el WC y cerraba los ojos. Era como si volviera a suceder, una y otra vez, torturándome y ayudándome a la vez. Creo que fue en esos años en los que me di cuenta de que te amaba. Pensar en ti me relajaba, era bueno para mi. Aunque dejaron de pegarme e insultarme, mis problemas no se terminaron. Tenía recuerdos que no parecían pertenecerme, de lugares a los que ni siquiera conocía, con gente a la que nunca había visto. Estaba muy confundida pero aparentaba no estarlo. Por aquellos momentos, las chicas y yo habíamos echo las paces y todo lo pasado estaba olvidado. Todo, menos tú. Por mucho que lo intenté, no conseguí olvidar el tacto de tu mano, el calor que desprendía, las emociones contenidas, el susurro grave de tu voz ronca. Mi vida había cambiado, sí, pero tú seguías en ella. Incluso había conocido a un chico, Diego, que me trataba genial y me cuidaba como ningún otro. Era increíble, sí, pero no podía compararse a ti.
Avancé, despacio pero sin pausa. Sin mirar atrás. Con la cabeza alta. Orgullosa. Desafiante. Fuerte. Sin miedos. Dura como una piedra. Como siempre. Tú, mi debilidad. Pero seguí con mi vida como si nada, hasta que apareciste tú. Otra vez, tú. Revolucionando mi vida, rompiendo esquemas, revelando secretos, tirando abajo todo lo que hasta ahora había conseguido.
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